DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS DEL SUPREMO CONSEJO DE SOBERANOS GRANDES INSPECTORES GENERALES DEL 33º Y ULTIMO GRADO DEL R.: E.: A.: Y A.: PARA LA JURISDICCIÓN MASÓNICA DE LA REPÚBLICA MEXICANA.
SUPREMO CONSEJO DE LA REPUBLICA MEXICANA
Considerando que todo aquel que se proponga pertenecer al Supremo Consejo esté previa y perfectamente informado sobre esta institución, se considera prudente, como prueba de sinceridad y buena fe, instruirlos sobre sus verdaderos propósitos, de manera que ni se formen ilusiones económicas o políticas, ni se dejen sugestionar por la ambición o la intriga para obtener intereses inconfesables que solo desprestigian.
El Supremo Consejo es una institución masónica que se rige por los principios, normas y fines de la Francmasonería del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para buscar la perfección moral e intelectual del hombre, sin satisfacer ningún interés mezquino y ninguna mira egoísta, ya que sus fines son altamente nobles y su misión exclusivamente humanitaria.
Ella trabaja por alcanzar la mayor perfectibilidad posible individual de sus miembros y de toda la Humanidad y por fomentar la caridad verdadera y demás virtudes morales y cívicas en los hombres de todas clases y condiciones, cualquier que sean sus principios políticos o sus creencias religiosas: y como institución educativa y docente tiene que poner su principal ahínco en la liberación real y efectiva de la Humanidad, por el único y supremo medio existente para ello, que es la instrucción y educación acertada de los pueblos.
La Francmasonería, cuya antigüedad se pierde en la noche de los tiempos, es indestructible porque es fuerte, es fuerte porque está unida, y unida porque la Patria de los Masones no es solo aquella donde nacen, sino todo el Mundo y todos los hombres son sus hermanos. Por tal motivo declara, como proclamo desde su origen, la existencia de un principio creador (Dios), con el nombre de Gran Arquitecto del Universo.
La Masonería no exige de sus miembros que abjuren de sus principios religiosos, políticos, filosóficos, etc., y que solo practican la más pura moral no imponiendo violentamente sus creencias a nadie, ya que el Creador nos ha concedido la libertad de pensamiento y el libre albedrio, no sin dotarnos de un Guía y un Juez innatos, que hemos denominado Conciencia e Inteligencia.
Para aquellos hombres que la religión es su consuelo supremo, la masonería les dicen: cultivad vuestra religión sin obstáculo, seguid las inspiraciones de vuestra la conciencia; la Francmasonería no es una religión, no tiene currito. Ella sólo desea que la instrucción sea popular y libre teniendo como doctrina fundamental el magnífico emblema “Ama a tu prójimo y cumple tu deber en todo tiempo, lugar y ocasión”.
Para aquellos otros que con razón temen las discordias y confrontaciones políticas que sólo conducen a las rupturas sociales y familiares, la masonería les manifiesta: “proscribid de vuestras reuniones toda discusión, todo debate político”, sé para tu patria un servidor fiel y celoso sin tener que manifestar lo que haces, pues el amor a la patria estimula también la práctica de todas las virtudes.
Para elevar al hombre a la excelencia y hacerlo digno de su misión en la tierra, la masonería sustenta en principio que Dios, creador supremo, concedió el hombre como su don precio a la libertad que constituye el patrimonio de toda la humanidad y que nadie tiene derecho de limitarla, restringirla o coartarla ya que es el origen de los sentimientos de honor y dignidad.
La Francmasonería tiene por objeto combatir la ignorancia bajo todas sus formas utilizando una enseñanza mutua, teniendo prescritas las normas de obedecer las leyes de su país, vivir con honor, practicar la justicia, amar a sus semejantes y trabajar sin descanso en bien de la humanidad y por su emancipación progresiva y pacífica. Para nuestra institución esto es fundamental ya que no impone límite alguno a la libre investigación de la verdad, y garantiza esta libertad exigiendo a todos una absoluta tolerancia.
Un aspirante que intente su ingreso sólo por curiosidad, no lograría su objeto, porque los simbolismos en que está envuelta la masonería se van comunicando por grados que se confieren después de muchas pruebas de fidelidad al que más lo merece y menos lo solicita; ya que para nosotros el que se liga con juramento y lo quebranta no infiere daño a nuestra institución; el mal recae solamente sobre él mismo, que pisoteando su palabra de honor, no ha tenido bastante valor y firmeza para cumplir todos y cada uno de los deberes que voluntariamente se impuso.
Aunque otros que pretenden ingresar en nuestro supremo consejo por intereses privados, egoístas, o por miras particulares, sería no sólo un absurdo si no un fracaso para el que lo intente, ya que en nuestra institución no deben existir ambiciones bastardas sino abnegación ilimitada y para lo cual se requiere pertenecer a una organización que se dedica a hacer el bien por el bien mismo, sin arredrarse por las persecuciones y sacrificios que ello le produzca.
El supremo consejo acepta el ingreso de hombres libres sido buena conducta, sin embargo, cuando se le propone un candidato, tiene el deber de investigar minuciosamente sus antecedentes, vida, capacidades y costumbres, disponiendo de absoluta libertad de acceder o negarse a la aceptación del solicitante o aplazar la resolución para mejor ocasión o por tiempo determinado, sin que tal negativa o aplazamiento pueda tomarse como ofensa, sino como el uso de un derecho enteramente natural.
El supremo consejo no necesita hombres poderosos ni admite en su seno personas que no posean una profesión, arte, oficio o renta con que poder atender las necesidades de su familia y poder reservar un pequeño sobrante para apoyar los gastos de nuestra institución y poder socorrer a los necesitados en lo intelectual, moral y material y lograr los propósitos de nuestra fraternidad, los cuales ya de por sí son harapos y difíciles, aun disponiendo de todos los recursos y medios necesarios para tales efectos.
De la masonería tiene secretos y juramentos que no deben quebrantarse, sin embargo, esto no debe preocuparnos, ya que ni unos ni otros se oponen en lo más mínimo a la moral. Esto se utilizan y aplican más por educación del carácter, que por necesidad que de ello tengan la institución. Desde que se recibe el primer grado hasta tener investidura del grado más elevado de la masonería, se sigue un camino constante de aprendizaje para la superación humana donde la cualidad fundamental es mantener una reputación intachable y una probidad irrefutable.
En nuestra institución se ensalza, y venera a todos los grandes benefactores de la humanidad que han llegado a dar su vida con la convicción de que están haciendo el bien a sus Hermanos y constituir ejemplos de verdadera abnegación y verdadera generosidad que demuestran que toda religión, toda filosofía, todo principio es bueno en cuanto tiende a mejorar, moralizar y perfeccionar al hombre sin tratar nunca de explotarlos en ninguna forma.
Se consideran supremo consejo como un centro de reunión de hombres de inteligencia y buena voluntad, que se unen amistosamente para estudiar buscando la perfección. Parte fundamental de esto es la perseverancia y tenacidad para continuar superándose, sin hacer caso de aquellos que por sus fanatismos, preocupaciones, daño a sus Hermanos, desertaron o huyeron para no reconocer sus errores o no responder fraternalmente con la razón.
El supremo consejo proclama que para pertenecer a esta organización se debe estudiar, analizar, conocer y valorar los conocimientos de cada grado masónico, concordando uno con los otros, ya que sus enseñanzas se complementan; y continuar buscando la perfección hasta el último grado y encontrarse capacitado para proceder en bien de la humanidad.
Nuestra institución exige absoluta moralidad en todos y cada uno de sus miembros, tanto para ser admitidos como para conservarse en su seno. Por eso, el miembro que comete delitos o faltas que afecten la moralidad o violen las leyes, deja por el mismo hecho de pertenecer al supremo consejo. Inmoralidad y masonería, son igualmente polos opuestos tan inasimilables como el agua y el aceite. El hecho de que haya masones que obren mal, no puede indicar que la masonería lo consienta. También en el apostolado de Jesús penetró Judas, pero consumada su traición, fruto de su egoísmo, el mismo se ajustició.